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Lunches sin castigos ni premios. Cómo preparar loncheras que nutren el cuerpo y el vínculo.

  • Mariana Ríos
  • 15 ago
  • 3 Min. de lectura

El lunch escolar no es solo comida. Es una pequeña caja que cada día lleva un mensaje. A veces lleva variedad, color, amor. Otras veces, lleva prisas, reglas, repeticiones. Pero siempre, siempre, dice algo.


Muchas mamás, papás y cuidadores se enfrentan a la pregunta: “¿Qué le pongo en la lonchera que sea sano… y que sí se coma?” Y justo ahí empieza el estrés.


En este blog quiero acompañarte a mirar la lonchera desde otro lugar. No como una tabla nutricional perfecta, sino como un espacio de conexión. Porque lo que metes en la lonchera no solo alimenta el cuerpo de tus hijos, también alimenta (o debilita) su relación con la comida… y con ellos mismos.


1. La variedad no es perfección, es exploración.


Muchas veces sentimos que la lonchera debe tener todos los grupos de alimentos, cero azúcar, todo natural, y además ¡gustarle al niño o niña!


Pero la variedad no significa que todos los días tenga fruta distinta, verdura distinta, snack distinto, pan distinto, etc. Variedad significa que, en el conjunto de la semana, haya una exposición amable a distintos sabores, texturas y colores.


Tip: Usa categorías en vez de platillos. Por ejemplo:

  • Una fruta o verdura fresca

  • Algo que dé energía (como pan, tortilla, avena, galleta casera)

  • Una proteína (como queso, huevo, hummus, crema de cacahuate)

  • Un gustito (como un chocolate pequeño, una oblea, una gomita)


Y recuerda: que un niño no se coma todo, no significa que fue un fracaso. A veces están distraídos, a veces no tienen tanta hambre. A veces solo necesitan ver un alimento muchas veces antes de probarlo. Y eso también es parte de aprender a comer.


2. Evita usar la comida como premio o castigo.


Frases como:

  • “Si te portas bien, te pongo galletas”

  • “Si no te acabas la lonchera, no hay postre”

  • “Te voy a dar eso porque hoy sí comiste bien”


Pueden parecer inofensivas, pero poco a poco convierten la comida en un sistema de valor, donde hay alimentos que se “ganan” y otros que se “sufren”.


Esto puede generar culpa, miedo, o ansiedad con la comida. Y con el tiempo, pueden aprender que el hambre no se escucha, sino que se negocia.


En vez de eso, intenta validar: “Este snack te lo puse porque sé que te gusta mucho”. “Sé que hoy no te dio tiempo de comer todo, mañana vemos si te pongo menos”. “Este postre también es parte de tu comida, no necesitas ganártelo”.


3. Involúcralos con creatividad, no con presión.


A veces solo queremos resolver la lonchera sin discusiones. Pero si lo hacemos siempre en automático, los niños no aprenden a conocer sus gustos ni a ser parte activa de sus elecciones.


No necesitas hacer recetas Pinterest ni caritas con comida (a menos que te encante). Basta con permitirles opinar en un ambiente sin juicio.


Algunas ideas simples:

  • Deja que elijan entre dos frutas: “¿quieres manzana o plátano?”

  • Permíteles participar un día a la semana: “miércoles es tu día de lunch especial, elige 3 cosas que quieras que estén”

  • Usa juegos: crea una “ruleta del lunch” con imanes o papelitos

  • Haz preguntas como: “¿Qué snack te hace sentir feliz?” o “¿Cuál comida te gustaría repetir?”


Esto no solo hace la comida más atractiva, también les enseña autonomía, responsabilidad y escucha interna.


Una lonchera puede ser tan sencilla como un pan con queso y una fruta. Pero lo que la transforma es la intención con la que se prepara y los mensajes que deja.


La comida no tiene que educar desde el miedo. Puede educar desde la presencia, el cariño, la constancia.


Y como digo: Una lonchera no solo alimenta el cuerpo: también deja mensajes sobre cómo tratarnos. Que esos mensajes hablen de respeto, de placer y de confianza.


Porque cuando ayudamos a nuestras niñas y niños a relacionarse con la comida desde el amor, les damos un regalo que durará toda la vida.



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