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El cuidado comienza en casa.

  • Mariana Ríos
  • 12 may
  • 3 Min. de lectura

Cómo hablar de nutrición con tus hijos sin enfocarte en el peso.


Hablar de nutrición en casa no debería generar miedo ni presión. Sin embargo, muchas veces las conversaciones sobre comida se ven teñidas por comentarios sobre el cuerpo, el peso o la apariencia física. Y aunque esto puede parecer normal o incluso “motivador”, lo cierto es que muchas de esas frases que decimos sin pensarlo, pueden dejar una huella profunda en cómo niñas, niños y adolescentes se relacionan con su cuerpo y con la comida.


Este blog no es para asustarte, es para acompañarte. Porque la buena noticia es que sí podemos educar en nutrición desde un lugar amoroso, sin recurrir al peso como eje central, y más bien enfocándonos en el placer de comer, en la escucha corporal y en el cuidado verdadero. Y todo eso empieza en casa, con las palabras que usamos y los ejemplos que damos.


1. ¿Por qué no centrarnos en el peso?


Durante años se ha creído que hablar del peso es una forma de “prevenir enfermedades” o “crear conciencia”. Pero la realidad es que el enfoque pesocentrista puede causar más daño que bien, especialmente en la infancia y adolescencia, que son etapas muy sensibles para la autoestima y la percepción del cuerpo.


Comentarios como “no comas eso porque engorda”, “te vas a poner gordito” o “te ves más delgado, ¡qué bien!” refuerzan la idea de que el valor de una persona depende de su cuerpo, y que ciertos cuerpos están “mal”. Esto puede derivar en culpa, vergüenza, dietas restrictivas desde edades muy tempranas, y una desconexión con el hambre real.


El objetivo no es ignorar la salud, sino ampliar nuestra idea de salud, entendiendo que va mucho más allá de un número en la báscula. Comer bien no significa comer perfecto, sino comer con conciencia, con placer y con conexión interna.


2. Frases que es mejor evitar… y cómo transformarlas.


A veces sin quererlo usamos frases que pueden ser dañinas, aunque vengan desde el cariño o la preocupación. Aquí te dejo algunos ejemplos y formas más amables de decir lo mismo:


❌ Evita decir...

✅ Prueba decir...

“Eso engorda”

“Ese alimento es delicioso, pero no nos hace sentir tan bien si lo comemos muy seguido.”

“Ya comiste suficiente”

“¿Todavía tienes hambre o es antojo? Escucha lo que te dice tu pancita.”

“Estás comiendo de más”

“¿Te sientes lleno o todavía quieres un poco más?”

“Te ves más delgado, ¡felicidades!”

“Te veo feliz/energético/contento, ¿cómo te has sentido últimamente?”

“No comas eso, te vas a poner gordo”

“Ese alimento no es para todos los días, pero sí se puede disfrutar a veces.”

Transformar estas frases no es solo cambiar palabras: es cambiar la intención. Pasar de corregir o controlar, a guiar y acompañar. La meta es que niñas y niños aprendan a confiar en su cuerpo, en su saciedad y en su capacidad de decidir.


3. Educar desde el ejemplo, no desde la restricción.


Recuerda que la forma en que tú hablas de tu cuerpo y de los alimentos también educa. Si constantemente te criticas frente al espejo, si te saltas comidas o hablas de “portarte mal” por comer algo, los niños lo absorben. El ejemplo pesa más que cualquier consejo.


👉 Comer juntos en familia, hablar de lo rico que estuvo un platillo, involucrarles en la cocina, dejar que se sirvan según su hambre (con cierta guía), y permitir que haya variedad en casa, son actos que construyen una relación sana con la comida sin tener que hacer grandes discursos.


Enseñar sobre nutrición no requiere contar calorías ni hacer comentarios sobre el cuerpo. Requiere paciencia, cariño, y disposición para mirar más allá del peso.


Cuando dejamos de usar el cuerpo como medida de éxito, y empezamos a hablar de la comida como fuente de energía, conexión y placer, estamos sembrando algo muy valioso: una relación amable con el comer que les va a acompañar toda la vida.


Porque la nutrición verdadera no empieza en la báscula… empieza en casa, en la forma en que hablamos, escuchamos y enseñamos con amor.




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